Cuando la limpieza también es política pública.
- Samuel Borbón reconoce a servidores públicos por su tarea.
- La belleza colonial, la riqueza histórica y el esplendor natural no deben verse opacados por una bolsa tirada en la banqueta.
- El llamado del alcalde es claro y merece eco.
- Si esa semilla prende, Álamos no sólo será recordado por sus calles hermosas, sino por su gente consciente.
Subrayado y con Negritas.
Por Gerardo Castro Ruiz.
En Álamos quedó atrás la política que solía medirse por discursos vacíos y promesas a destiempo. Hoy, resulta refrescante escuchar a un alcalde que no sólo reconoce el trabajo de quienes mantienen en pie la operatividad del municipio, sino que también invita con humildad y sentido común a sumarse a una causa tan fundamental como lo es la limpieza de la ciudad.
Samuel Borbón Lara, presidente municipal de Álamos, no se esperó a una ceremonia protocolaria ni se limitó a un mensaje genérico. Lo suyo fue un gesto sencillo, directo, pero poderoso. Acompañó a los trabajadores de Servicios Públicos en su faena diaria y, desde ahí, les brindó un merecido reconocimiento. Habló con la sencillez de quien sabe que el gobierno no son sólo las oficinas ni los decretos, sino el trabajo físico de los que barren, recogen, instalan, reparan y construyen día con día el bienestar común.
Más allá del reconocimiento a los trabajadores, el alcalde puso sobre la mesa un tema que nos interpela a todos. La limpieza de Álamos no es tarea exclusiva del Ayuntamiento, es un reto compartido entre gobierno y ciudadanía. Tener una ciudad limpia no depende únicamente de barrenderos ni de camionetas recolectoras; requiere también de conciencia social, de respeto por el entorno, de una cultura del orden que se exprese incluso en los pequeños actos, como no tirar una botella en la calle o buscar el tambo de basura más cercano.
Y aquí entra otra dimensión de su mensaje, porque no se puede exigir limpieza si no hay condiciones mínimas para lograrla. Borbón Lara lo entendió desde el primer día. Sin contenedores suficientes, sin puntos adecuados para la recolección, sin infraestructura que acompañe la voluntad ciudadana, el discurso se queda en buenas intenciones. Por ello, celebramos que su administración haya colocado ya cerca de 50 tambos de basura y que estén en marcha contenedores fijos como el que se ubica en el malecón, hechos con las propias manos del personal de Servicios Públicos.
Este último punto merece subrayarse, porque los trabajadores no sólo ejecutan, también crean. Construyen con ingenio, con corazón, y sin que eso implique mayores gastos al erario. En lugar de comprar a sobreprecio, construyen con iniciativa. Así se gobierna con decencia.
El llamado del alcalde es claro y merece eco: “Vamos poniendo el ejemplo”. Que no se quede en frase de ocasión. Si Álamos quiere seguir siendo un referente turístico, debe también convertirse en un modelo de civismo. La belleza colonial, la riqueza histórica y el esplendor natural no deben verse opacados por una bolsa tirada en la banqueta o por un contenedor desbordado. La limpieza también es parte del patrimonio.
Hoy, Álamos se construye desde abajo, con manos trabajadoras, con letreros que invitan al respeto, con tambos colocados estratégicamente, con camiones de recolección al servicio de la gente, pero también con un gobierno que no se esconde en la oficina, sino que sale, saluda, reconoce y actúa.
Cierto que las obras de un Gobierno son un legado para el pueblo, y de lo que Samuel Borbón ha venido haciendo en beneficio de los alamenses, hablaremos en otras entregas, pero también es un legado la cultura del respeto al espacio público, la cultura de la limpieza compartida. Si esa semilla prende, Álamos no sólo será recordado por sus calles hermosas, sino por su gente consciente.
Y eso, sin duda, también es hacer historia.
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